EXPERIENCIAS))Dominicanos de la región Este explican cómo se ganan la vida en la Isla Tortola


Se cree que en esta isla británica del Caribe residen entre cerca de dos mil dominicanos.
Por Doris Pantaleón
Road Town, Tortola.-El juego al dominó y las charlas a alto volumen en los frentes de las casas hacen fácil adivinar que se está ante una colonia de dominicanos.
Esas escenas acompañan normalmente los atardeceres en el barrio Lambus, donde habitan la mayoría de los criollos radicados aquí.
La cantidad real de los dominicanos que han echado raíces en esta pequeña isla de inmigrantes perteneciente a las Islas Vírgenes Británicas no está muy clara, pero la experiencia de los que tienen aquí muchos años asegura que ronda entre los 1,500 y 2,000.
La mayoría de los que se han radicado aquí guardan como objetivo común de inmigración lograr un empleo que le permita ganar dinero para mantener la familia dejada en República Dominicana y ahorrar para levantar un techo.
Las actividades a las que se dedican los dominicanos son muchas y variadas, van desde obreros de la construcción, camare ras de restaurantes, labores en casas de familia, trabajadoras en salones de belleza, profesores en oficios técnicos, profesionales en diferentes ramas, dueños de empresas, hasta el ejercicio de la prostitución, en el caso de algunas mujeres.
Vida tranquilaUna reciente visita a la zona permitió recoger las impresiones de los dominicanos que de una u otra manera han decidido emigrar y radicarse en esta pequeña isla, que cuenta con unos de los más altos per cápita del mundo, y poco más de 23 mil habitantes.
A los dominicanos les llama la atención la tranquilidad en la isla; no se tocan bocinas en las calles pero se conduce a la izquierda; se respeta al peatón, el gobernador habla con cualquier ciudadano en las calles; no se vive con temor a un asalto o robo; la criminalidad es mínima; los policías no portan armas de fuego; los vehículos pueden dejarse abiertos hasta en un concierto masivo y no hay temor a perderlos.
Siempre hay trabajo para todo el que viene con un contrato; los criollos no maltratan al inmigrante, aunque defienden con vehemencia sus raíces y cultura; reciben pagos en dólares, pero admiten que el costo de la vida es alto.
Con una peculiar simpatía y una sonrisa que se hacía más grande en la medida en que contaba su experiencia, Digna Pourié, oriunda de Higu¨ey, narra sus vivencias tras cuatro años residiendo aquí, donde trabaja como camarera en el Bar Mallelyn y recibe 200 dólares semanales.
A veces se deprime, pero se anima al saber que trabaja para garantizarle el sustento a sus hijos, de 14 y 16 años, además de que ayuda a su madre, a su padre, a sus sobrinos y hermanos. Dice que ya reparó la casa de su madre y ahora ahorra para adquirir la suya.
“Yo trabajaba en un restaurant en Higüey donde recibía un salario de 3,000 pesos, pero aquí recibo por la misma función 200 dólares semanales, mas la propina”, señala.
En un animado juego de tablero, Jelmi y Cesar Ramírez, hermanos procedentes del ingenio Consuelo, pasaban las horas libres, uno se dedica a la plomería y el otro a la construcción.
“Siempre hay discriminación, pero aquí no la sentimos tanto, porque tú sabes que los dominicanos somos fajadores, trabajamos rápido, pero el de aquí tiene el criterio de que si trabaja rápido, el trabajo se acaba”, dice Jelmi.
MEJORES INGRESOS.-Aseguran que en los tiempos libres no falta un juego de dominó, baraja o tablero y villar. Jhony Féliz, de Los Mina, tiene dos meses aquí y trabaja en carpintería; llegó a través de un contrato de trabajo. “Se me ha hecho difícil por la cultura, pero me quedo trabajando porque se gana mucho más que en Santo Domingo”, agregó.
Ramón Medina tiene un año y cuatro meses viviendo aquí. Trabaja en el área de la construcción y dice que aunque la vida es cara, el trabajo da mayores beneficios económicos. No extrañamos mucho la comida, porque aquí hay también comida dominicana.
Mary Ureña, oriunda de San Pedro de Macorís, tiene un año en Torlola, donde recibe unos 250 dólares semanales. Ahorra para construir su casa y aprovechó que estaba libre en el restaurante en que labora para sentarse en la acera frente a la casa donde reside.
“Lo único malo aquí es que todo se sabe, los dominicanos hablan de todo el mundo y todo lo que se hace se dice”, afirmó.
Con una vasta experiencia Amílcar Camilo parece conocer mejor que nadie la isla. Es un ingeniero dominicano que tiene 22 años en la Tortola, donde ha hecho diferentes obras, como sistema de alcantarillado sanitario, pluviales, abastecimiento de agua, puentes y vías de comunicación.
Franklin Guerra tiene 18 años viviendo en Tortola. Se desempeña como profesortécnico en electricidad, aire acondicionado y regrigeración en un instituto dirigido a la formación de jóvenes que desertan de la escuela. Recibe un salario de 3,000 dólares mensuales y también trabaja en los botes. Dice que disfruta la tranquilidad y que no hay delincuencia.
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